ENFERMEDADES TERMINALES
Los objetivos de la medicina son preservar la salud y curar o aliviar la enfermedad, ¿pero en dónde aparece la muerte?, se trata de un fenómeno biológico universal, quizá al único al que ningún ser humano ha escapado o puede aspirar a escapar en el futuro. Si agregamos a los objetivos de la medicina la lucha contra la muerte, automáticamente la trasformamos como una actividad dirigida fatalmente al fracaso.
Cuando la mamá que tuve en mi año de intercambio en los Estados Unido y amiga hasta la actualidad, está luchando su última batalla debido a un cáncer enfermedad terminal, quiero reflexionar un poco sobre el comportamiento del ser humano frente a la muerte próxima.
Asumir con serenidad una enfermedad crónica terminal significa aprender a convivir con el dolor físico y emocional. Cuando el médico determina y comunica el diagnóstico, el pánico que genera abandonar este mundo no es más que un signo evidente del miedo a lo desconocido. Por eso las personan que se apoyan en sus creencias religiosas o que tienen fe en la existencia de la continuidad más allá de la vida terrenal, afrontan con mayor entereza la muerte.
Después de la primera impresión es fácil pensar que la enfermedad se debe a un castigo por un mal comportamiento, error, o alguna falta grave que uno haya cometido, por eso viene el sentimiento de culpa y de resentimiento, pero aunque resulte terrible y difícil, hay que aprender a vivir con la amenaza continua de la muerte. El camino hacia la superación de la certeza del final de la existencia, está lleno de sentimientos molestos y negativos como ser ansiedad, duda, depresión, rabia, hostilidad, culpa, vergüenza, pero finalmente debe venir la aceptación.
Una educación más sincera y explicativa sobre la muerte nos ayudaría a enfrentar con mayor serenidad el final de la existencia terrenal. El enfermo debe aprender a vivir con la incertidumbre de su futuro, sin embargo, el mejor consejo que se le puede dar, es olvidarse completamente del pasado y del futuro y centrarse únicamente en el presente, vivir y aprovechar al máximo los pequeños momento de placer, como ser los encuentros con los amigos y la familia.
Muchas veces la persona no sabe que su situación es terminal, porque tanto el médico como la familia le ocultan la información. Pero aunque perciba la gravedad de su enfermedad y considere internamente la idea de la muerte, los que lo rodean esperan que actúe como si no lo supiera. No se le permite expresar libremente su depresión o su rabia, estos sentimientos lo llenan de culpa y lo hacen sentir aislado. El hecho de que la muerte sea una experiencia personal e individual no significa que el enfermo deba pasar sus últimos momentos en una situación de angustia y desolación.
Participando de los últimos meses, semanas o días de un ser querido, la familia experimenta una anticipación de la propia muerte. La muerte representa la separación y el abandono. La familia puede pasar por una etapa de negación, rechazando la próxima llegada de la muerte y dejando al familiar en manos del equipo de salud, pensando que es lo mejor que se puede hacer, el equipo médico, a su vez, espera que sea la familia la que se haga cargo, ante lo cual la persona enferma puede terminar abandonada sin quererlo. Es frecuente también que la familia traslade su sentimiento de culpa al médico, y lo acuse de haber hecho poco o nada por el paciente.
Llegar a una muerte serena y sin sufrimientos es una tarea compartida entre el médico, el paciente y su familia, y requiere por lo tanto un dialogo constante y honesto.
La muerte se ha desplazado desde la intimidad de los hogares a los centros hospitalarios, sin que estos reúnan las condiciones adecuadas para asegurarles a las personas una muerte digna.
Las obligaciones actuales del médico comprenden no prolongar innecesariamente el proceso de morir, decirle la verdad al enfermo con respecto a la gravedad de su situación, si este se lo solicita, y facilitar una elección inteligente para el paciente presentándole con veracidad las alternativas de tratamiento y lo que puede esperar de ellas.
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